En México son innumerables las tradiciones fielmente arraigadas en la población. Desde los mariachis que cantan en las fiestas de cumpleaños (no solo en fiestas patrias) hasta la celebración del día de los muertos. Infinidad de platillos, ropas, bailes… Qué decir de Bolivia, de Brasil, de España… Incluso de Estados Unidos.
Sin embargo, en Chile no es tan fácil identificar las tradiciones reales y profundas. De cierta forma en fiestas patrias “disfrazamos” de huasos a nuestros hijos y cuando se nos pregunta por las tradiciones locales algunos reconocen la Pampilla, la fiesta de Andacollo, los completos con palta o la cumbia como parte de ellas. Pocos bailan cueca, pero nos admiramos con emoción cuando vemos a alguien que la domina.
Pero a pesar de no poseer esa tan rica tradición reflejada en nuestra cotidianeidad. A pesar de que las herencias de los pueblos originarios han sido débilmente traspasadas hasta los tiempos actuales, lo cierto es que hay una forma de ser, un carácter, una idiosincrasia que nos hace reconocernos como chilenos.
Hay quienes rechazan esta época del año porque sólo ven una “borrachera nacional”, pero todos sabemos que en lo más íntimo de las familias, los abuelos y nietos, los hermanos se reúnen, los comerciantes se preparan y muchos esperan con ansias poder celebrar a nuestro país. Aunque ni siquiera coincida con la fecha real de nuestra independencia, aunque para muchos sea una fiesta inventada con un toque militar históricamente impuesto. Lo cierto es que hemos crecido en torno a esta fecha nacional en que nos reconocemos y nos sentimos parte de un mismo país.
Este año algo especial sucedió, que aparentemente los niños en los colegios se prepararon con más ganas, bailaron con más entusiasmo y celebraron mucho más, quizás por el largo período de pandemia que han llevado a cuestas.
Es en esta época cuando debemos preguntarnos qué somos capaces de reconocer como verdaderas tradiciones culturales en nuestra vida, teniendo en cuenta que la globalización es sin duda un fenómeno avasallador.
Sin embargo, depende sólo de nosotros mismos el venerar el fuego que se mantiene encendido y no solo las brasas de nuestras tradiciones culturales. Entonces, ¿qué reconoce, qué valora, qué celebra usted?
Victor H. Villagrán
Editor Semanario Tiempo