Debemos tener mucho cuidado con la construcción de discursos que se reiteran sin meditar. Hoy es muy fácil construir eslóganes y que se repiten como verdades absolutas, confundiendo los deseos con los hechos y llenos de generalizaciones.
Son esos mismos discursos simplificados los que finalmente se transforman en consignas en las calles, sin espacio de reflexión ni de consideración por el bien común ni por el necesario pragmatismo.
Es cierto que la señal del domingo pasado se interpreta como una bofetada a la clase política. Pero algunos exageran diciendo que nadie en el país quiere la política de partidos. Eso parece que va demasiado lejos como interpretación unívoca del resultado. De hecho es posible recoger varias interpretaciones.
Aunque los políticos y los partidos lo han hecho muy mal en los últimos años, en esta nueva etapa serán muy necesarios para encauzar, para orientar el proceso, que no puede ser totalmente delegado en 155 personas totalmente independientes con 155 pensamientos diferentes y sin un domicilio conocido.
De hecho, en dos meses no será fácil reconocer esos liderazgos legítimos e independientes, y que no busquen sólo la figuración y satisfacer su ego personal. Y, al final de cuentas, todas las personas, en especial los que participan de la vida pública, tienen una forma de pensar, una tendencia, una simpatía, una religión o un interés.
Debemos reflexionar para exigir a los partidos que se pongan a la altura de las circunstancias, sin antrincherarse ni pintarse la cara para la batalla contra el enemigo. Y es que esa es otra forma de interpretar el resultado del domingo. La ciudadanía está exigiendo que dejen esa forma de hacer política y de una vez por todas se pongan de acuerdo para construir un mejor país.
Además, sin lugar a dudas este proceso necesita que participen personas capacitadas, no necesariamente eruditos ni abogados, pero si quienes puedan entender las profundas discusiones que se debieran dar. Otra cosa distinta es que debamos exigir que existan reuniones permanentes con esos constituyentes en sus territorios de base, para recibir retroalimentación y ampliar la participación. Esto último si debería ser el gran desafío, pero que sólo se logrará si el ánimo de todos converge en las construcción de un mejor país y no sólo en destruir al adversario.
Victor H. Villagrán
Editor Semanario Tiempo