PAREN EL MUNDO

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“Paren el mundo, que me quiero bajar” fue una de las frases más famosas que recorrió y de alguna manera estremeció a la humanidad en boca de Mafalda, protagonista de una historieta argentina tan famosa como nuestro Condorito. Su autor, un humorista gráfico, nacido en Mendoza y fallecido recientemente en la misma ciudad, utilizó el pseudónimo de Quino, quien incluso llegó a afirmar que la protagonista nunca pudo expresar esa frase dado su ingenio y características como personaje. Por lo que afirmaba que más del 50 % de las frases que se le atribuyen a Mafalda y circulan por internet son falsas y se las han utilizado para cualquier contenido, incluida la utilización política.
Quino define a Mafalda como una niña curiosa, siempre preocupada por la humanidad y que anhelaba salvar al mundo cuando fuera grande, por lo que sus reflexiones estaban habitualmente llenas de humor y de un incontenible deseo de contribuir a un mundo mejor, profundamente impregnado de un sentido de libertad y justicia. Entre sus frases reconocidas como originales destacan:” ¿Y por qué habiendo mundos más evolucionados yo tenía que nacer en este?…” ¿Y no será que en este mundo hay cada vez más gente y menos personas?”…” ¡Resulta que si uno se apura en cambiar el mundo, después es el mundo el que lo cambia a uno!”…Como siempre: lo urgente no deja tiempo para lo importante”…”Ya que es tanto lío cambiar las estructuras… ¿no se podrá por lo menos darles una pintadita?”…”¿Las situaciones embarazosas:¿las trae la cigueña?”…
Todas frases que encuentran eco en nuestro interior y nos estremecen profundamente, invitándonos a reflexionar sobre su significado y repercusión en la sociedad y el mundo en que vivimos. Basta incluso referirse a una de ellas, quizás una de las más significativas, que nos recuerda que los habitantes de la tierra son cada vez mayores en número pero lamentablemente no todas ellas se han desarrollado como personas.
Quienes son expertos en el tema nos recuerdan que en el contexto del desarrolllo de la formación ética y moral de los seres humanos, tanto en lo biológico y psicológico como en lo social, nos encontramos con dos grandes etapas: la heteronomía y la autonomía. En otras palabras, nos encontramos con personas heterómanas, es decir que se mueven en base a un estímulo externo, sea un premio, un castigo o algo de su exclusivo interés, sin respeto respecto con las normas establecidas. En contraste, nos encontramos con aquellas otras personas autónomas en lo moral, que actúan fundamentalmente orientados por sus convicciones; es decir por lo que su propia conciencia le dicta es lo que tiene que hacer, independientemente de que exista un premio, un castigo o un interés propio de por medio.
Todo lo anterior nos revela que la conciencia de todo ser humano se forma y se educa en sentido bidireccional. Es decir, transita por una calle de doble tráfico: la formación contribuye a la educación y a su vez la educación contribuye a la formación, aspectos fundamentales que determinan a la postre tanto los comportamiento individuales como colectivos. Aspecto que nos conduce inevitablemente a reconocer que vivimos en una sociedad infantilizada, en la que predominan las personas que se han quedado pegadas en la etapa heterómona, que responden exclusivamente a estímulos externos, lo que los transforma en personas egocéntricas, irresponsables y poco solidarias con los demás, preocupados de satisfacer exclusivamente sus necesidades personales.
De cara a las responsabilidades ciudadanas que nos encontramos ad portas de asumir, es fundamental reflexionar en relación acerca de cuales son nuestras reales motivaciones en el momento enfrentarlas y asumirlas en plenitud. En otras palabras, que es lo que realmente nos motiva y nos guía en el momento de tomar por ejemplo la decisión de contribuir y participar activamente en el diseño y la configuración de una nueva Constitución. Si vamos a concentrarnos en nuestros intereses personales y de nuestro grupo político o social, o vamos a contribuir a la elaboración de un texto que beneficie a todos los chilenos sin distinción.

Dr. Gonzalo Petit
Médico