Metamorfosis y expectativas

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Franz Kafka, famoso escritor nacido en la ciudad de Praga en 1883, actual capital de la República Checa, perteneciente ese año al imperio austro-húngaro, esribió una novela que tituló en alemán como “La Transformaciòn”, conocida entre nosotros como “La Metamorfosis”, fenómeno que la R.A.E. define como “mudanza que hace alguien o una cosa de un estado a otro”.
Se trata de un texto exquisito y no muy fácil de comprender, en especial en su primera parte, en que el novelista nos plantea una situación absurda y angustiosa para el protagonista que se ve enfrentado a la incertidumbre derivada de una transformación biológica insólita que pone en jaque todos sus recursos mentales y espirituales de una manera insospechada.
De verdad que su lectura no es para cualquiera que no se encuentre debidamente preparado para ello. Se requiere de una apertura de mente a su altura y de una paz espiritual que no es fácil de adquirir de buenas a primeras. No es por lo tanto cuestión de leer sus páginas como quien camina en territorio llano.De contrario, el lector se verá expuesto permanentemente a profundidades insondables y alturas extremadamente difíciles de conquistar.
Es que toda metamorfosis constituye por sí misma un misterio no fácil de dilucidar; mucho menos para sacar conclusiones concretas y definitivas. Equivale en el fondo a lo que hemos vivido recientemente con los candidatos presidenciales. Ambos experimentaron también una profunda metamorfosis de cara a la vuelta eleccionaria definitiva, y aunque sea redundante señalarlo a estas alturas, no cabe ninguna duda que ambos se dieron espectaculares vueltas de carnero, sea en su versión completa como incompleta, en busca de ganar el favor de una ciudadanía no muy convencida de sus verdaderos atributos para asumir el cargo.
Está bastante claro que siempre quedó un lado oculto, tal como sucede con el otro lado de la luna, que para nosotros permanece en la oscuridad de una superficie ignota. Situación que no es extraño observar en la actividad poltica partidista y me temo que también otros lares que desconocemos por el momento.
Ha quedado màs que evidente a estas alturas que la metamorfosis constituye una faceta que todo político sacará a luz tarde o temprano si consideramos que en esta actividad las apariencias llegan a tener más importancia que el verdadero ser. A la hora de los quiubos la imagen es lo que prima, lo que no tiene nada de extraño si consideramos que los seres humanos vivimos en el fondo de imàgenes de los demás. Imagen que obviamente puede ser positiva o negativa, de modo que todo político tiena la obligación de esforzarse para que su imagen sea lo más atractiva posible para llamar la atención de sus eventuales electores.
Una lección que aprendieron muy bien los candidatos presidenciales, claro que uno de ellos tuvo más suerte que el otro y se llevó el premio mayor. Lo más curioso es que este premio se acercaba más a lo que conocemos como un “presente griego” si consideramos el pedregoso camino que tendrá necesariamente que comenzar a recorrer desde el comienzo para tener la posibilidad de cumplir con la esperanza y las expectativas que sus electores depositaron en él.
Con escaso dinero s su disposición y una deuda pública en ascenso constante, tendrá inevitablemente que hacer uno y mil malabares para salir adelante con lo prometido durante la campaña pre-electoral. Como si fuese poco tendra que lidiar también con todas las piedras que lanzó a diestra y siniestra para dar en el gusto a quienes lo visualizaron como su mejor opción.
Son las mismas piedras que tendrá que recoger y esconder si quiere entenderse con los de la vereda del frente, donde abundan los heridos por sus decires y decisiones no tan amables e incluso imprudentes que suman una cantidad no despreciable de insultos y descalificaciones brutales no fáciles de borrar y mucho menos de perdonar. En consecuencia se verà necesariamente obligado no sólo a moderar su lengua, sino a mordèrsela, manteniéndola prisionera para que no se le encabrite y lo coloque en mal pie, si es que espera avanzar y estar a la altura de las expectativas que sembró reiteradmente en la ciudadanía.
En fin, son los avatares de la política. Al menos de la política que hemos conocido durante los últimos años. No se trata en ningún caso de la mejor política, pero suele ser muy efectiva en estos tiempos de populismo. Fenómeno político y sociológico que suele corroer progresivamente las bases de las democracias más sólidas y llevarlas con frecuencia a su definitiva destrucción.

Dr. Gonzalo Petit
Médico