Más apagones, por favor

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Desde hace algunos años se conmemora el 22 de abril el día del planeta, que incluye un apagón voluntario de luces por ahorro de energía. No muchos lo saben y no ha tenido el impacto que se esperaba porque dura poco tiempo.
Sin embargo, lo vivido en Chile el martes pasado fue algo excepcional y cuyas implicancias, repercusiones y efectos adversos son de públicos conocimiento. Evidentemente nadie quiere que los electrodependientes sufran o que se genere más delincuencia de lo habitual.
Pero el largo apagón de más de 10 horas en Chile produjo también varios fenómenos interesantes de analizar. De partida, la posibilidad de admirar el cielo oscuro y todas las estrellas tal como si estuviéramos parados en plena cordillera a tres mil metros de altura en medio del desierto. Fue un espectáculo inigualable esa profunda oscuridad. Y además de silencio, profundo y exquisito silencio.
Pero, además, (y de la misma forma como aparecieron los pajaritos cantando el día aquel en que ocurrió del eclipse total de sol) ahora distintos videos posteriores al apagón compartidos en redes sociales mostraban a niños jugando en plazas, en las calles o que simplemente dejaron sus teléfonos a un lado y bajaron de sus departamentos a encontrarse con vecinos.
Y es que algo había que hacer y se generó más diálogo, aunque fuese forzado por la situación.
En especial fue increíble ver a los niños y adolescentes que tuvieron que dejar sus dormitorios, sus consolas de juego y darse cuenta de que “algo más” se podía hacer. Conmovedor cuando uno de estos niños escuchaba a su padre contando historias de qué es lo que hacían cuando no había teléfonos celulares y escuchaba historias de barrio, de bicicletas, de juegos inventados o de búsqueda de insectos y lagartijas.
Queda instalada la pregunta de qué significado tiene en nuestras vidas la energía eléctrica, para bien y para mal. Y la confirmación empírica de que esa energía unida a la tecnología finalmente nos ha distanciado como seres humanos, en especial de los que tenemos más cerca.

Víctor H. Villagrán
Editor Semanario Tiempo