Días silenciosos. Un eterno día domingo, con calles vacías y muy poco movimiento, al menos en los barrios de la conurbación. Nada comparable con esta misma fecha de un año normal.
A pesar de la presión psicológica que significa la pandemia, la incertidumbre y el encierro, da la sensación de que los chilenos son mucho más fuertes para enfrentar escenarios adversos. Quizás porque tenemos tradición con tragedias naturales, toques de queda y porque veníamos con el estallido social, que fue para muchos una experiencia diez veces más estresante y violenta.
Ahora, la discusión pública se la llevan los bonos, el retiro del 10%, en los porfiados que hacen fiestas y en la preocupación de emprendedores. El gobierno anuncia más inyecciones de dinero para diferentes grupos y créditos blandos según ingreso socio económico.
Sin embargo, pareciera justo que hubiera una mención, un espacio diferente y generoso, para las familias que han perdido a un ser querido en esta pandemia.
En Chile han muerto casi 24 mil personas que deberían contar con algún apoyo especial. Único o permanente, lo cierto es que los que han perdido a un familiar han tenido que sufrir por el contexto y las restricciones, sin poder despedir a sus seres queridos. En esa cifra hay miles de padres o madres jefe de familia, hijos que sufren y familias con deudas abultadas surgidas directamente de la pandemia. Otros, que lograron salir de la UCI, deben enfrentar gastos de salud para su recuperación, sin que haya una mención o entrega de dinero especial por parte del Estado.
Creemos que los que quedan merecen atención del Estado y apoyo económico. Son 24 mil familias que han quedado marcadas para siempre por una de las pandemias más agresivas de la historia. Es de esperar que el gobierno central considere algo especial para esas familias en un contexto tan especial.
Victor H. Villagrán
Editor Semanario Tiempo