El comportamiento de manada ha sido estudiado ampliamente desde la sicología, la sociología, la ciencia política y la economía. Se trata de un proceder en que los individuos siguen o imitan espontáneamente el comportamiento del grupo, en lugar de decidir su accionar de manera reflexiva e independiente. Se gatilla un fenómeno de “desindividualización”, a través del cual, el individuo es capaz de abandonar sus propios preceptos morales para actuar validado por lo que hacen los demás. Los comportamientos de manada pueden ser muy perversos y destructivos, como se ha manifestado por ejemplo en el accionar de las barras bravas del fútbol, en los estallidos sociales, las corridas masivas de los mercados bursátiles, en el acoso y agresión grupal en contra de personas de distinto género, raza o nacionalidad, lo que ha llevado incluso a que se produzcan actos extrema violencia como violaciones grupales o genocidio. Entre los adolescentes es común que formen grupos y que adopten algunos comportamientos de manada. No obstante, el sentido de pertenencia a un grupo tiene varios aspectos positivos para ellos, ya que contribuye al desarrollo de su autoestima y su personalidad. A través del grupo es como suelen divertirse y entretenerse, mientras desarrollan actitudes de liderazgo, mediación, solución de conflictos y otras habilidades sociales. Sin embargo, debido a que son personas en proceso de formación y búsqueda de su identidad, los adolescentes se encuentran expuestos a tomar decisiones erróneas solo por seguir el comportamiento del grupo en lugar de atreverse a actuar con autonomía. Es decir, se encuentran expuestos a adoptar comportamientos de manada, aun cuando la manada actúe en contradicción con sus propios preceptos morales. Es así como los adolescentes están expuestos al consumo de tabaco, alcohol u otras drogas siguiendo el comportamiento de los demás. Pero la manada también puede inducirlos a prácticas de bullying, o al acoso de género, racial o xenofóbico. Tanto los apoderados como los profesores debemos estar atentos a estos comportamientos y tomar medidas oportunas para tratar de prevenir hechos lamentables. Por ello debemos enseñar a los adolescentes a actuar con autonomía y reflexividad. A no dejarse influir totalmente por lo que hacen los demás. Es muy importante desarrollar en ellos el carácter y la capacidad de tomar decisiones propias aun cuando eso vaya en contra de la corriente. Aprender a decir no, cuando es necesario es una actitud que contribuirá sin duda a protegerlos y a que sean más fuertes.