El informe del Ministerio de Educación habla de 39.479 niños que han desertado de la educación el año 2020. Aunque algunos dicen que poría ser mucho peor, esa es una cifra tremenda. Alarmante. En nuestra región 1.278 jóvenes abandonaron.
Y para aquellos que no tengan hijos, quizás sea más difícil entender o asumir lo difícil que es retomar interés, hábitos y secuencia de contenidos para un niño que ha estado más de un año sin recibir educación escolar.
Sin embargo, el otro lado de la moneda es el esfuerzo que están haciendo cientos de profesores y directivos de colegios por mantener el lazo con sus niños. No estamos hablando de materias, libros ni contenidos, sino del contacto humano con esos niños, para que simplemente se sientan conectados con su colegio. Sabemos de la historia de colegios como el Darío Salas de La Serena, probablemente el más vulnerable en la conurbación, donde a los niños se les lleva comida, juegos, materiales didácticos que son entregados en sus propios domicilios, uno a uno.
Y es que el mayor riesgo evidentemente está en sectores que en tiempos normales son vulnerables. Ahí hay un esfuerzo adicional, un foco especial en el que todos como comunidad deberíamos poner atención y ayuda.
Pero también en el resto de los colegios se vive la tensión de la pandemia. De hecho, el Centro de Neurociencias de la Universidad Adolfo Ibáñez desarrolló un estudio en 6.000 familias y se veían sintomatologías asociadas a la crisis y la cuarentena, como problemas de sueño, conductas agresivas, daño emocional, depresiones y miedo.
Ahora, la próxima semana, la conurbación volverá a fase 2. Sin duda es un riesgo grande el que se está asumiendo y es de esperar que de una vez por todas entendamos que debemos cuidarnos. Pero para los niños que podrán volver a reencontrarse con sus amigos es una noticia maravillosa. Hay que entender sus mentes para comprobar lo importante que es interactuar en el contexto.
Ojalá esta vez lo hagamos mejor. Con más cuidado y con especial atención por los estragos que puede causar la pandemia también en nuestros niños.
Victor H. Villagrán
Editor Semanario Tiempo