Acabamos de vivir momentos trascendentales como nación y como país. Tal como nos refiere la Biblia: “todo se ha consumado”, mismas palabras de Jesús en el momento de su muerte en la cruz (Juan 19,30) refiriéndose a que todo se ha cumplido de acuerdo a los designios de Dios. En nuestro caso al menos en lo que a elecciones políticas se refiere, persistiendo aún la incertidumbre en cuanto a lo que nos espera no solamente en relación a lo que decidan nuestras máximas nuevas autoridades como en lo que respecta a la configuración de nuestra Carta Magna que se convertiría en la nueva carta de navegación hacia un futuro inevitablemente incierto si consideramos que se va a requerir un largo tiempo para entrar plenamente en vigencia dado el necesario ajuste jurídico que ello implicará.
Lo más significativo es que todo haya transcurrido durante este Tiempo de Adviento. Exactamente una semana antes de que celebraremos la Natividad del Señor, el mayor regalo que pueda recibir la humanidad, en especial en estos tiempos tan convulsos invadidos por la incertidumbre en todos los ámbitos de la vida en sociedad, invitándonos a reflexionar en profundidad sobre el significado y la importancia en nuestra vida en comunidad, reconociendo que nos necesitamos unos a otros para protegernos y acompañarnos en medio de vericuetos inesperados que conseguiremos sortear solamente si nos apoyamos los unos a los otros.
Insertos la mayoría en un profundo vacío interior nos hemos olvidado que la naturaleza le tiene horror al vacío y lo mismo sucede con nuestra naturaleza humana. El miedo que experimentamos ante el futuro tiene su origen justamente en nuestro vacío interior. Ese vacío que intentamos llenar con cualquier cosa en busca de encontrar un equilibrio que apacigüe nuestro espíritu. Algunos lo buscan asumiendo actividades de riesgo, otros sumergidos de lleno en su trabajo, en la entretención, una vida llena de estímulos deslumbrantes que se apagan rápidamente como luces de bengala, iluminando por unos instantes una realidad que nunca satisface.
Tiempo de Adviento se nos ha regalado justamente para ayudarnos a llenar este vacío interior. Para que nos adentremos en nosotros mismos, revisando en qué estamos, cual es el centro de nuestra vida, hacia adonde vamos, qué nos satisface realmente, que es lo que necesitamos, que es lo que anhelamos, cuales son nuestros sueños, en qué´se fundamentan y si valen realmente la pena; cómo está nuestra vida afectiva, a qué estamos dispuestos a renunciar en busca de un equilibrio para que nuestro corazón y nuestro espíritu permanezca en paz.
Y si lo hemos descubierto, preguntarnos:¿cómo podemos ayudar a otros a re-encontrar el camino?… Asumir esta tarea sería sin duda una decisión de la mayor solidaridad posible, que va mucho más allá de regalar cosas materiales que sabemos que tarde o temprano vamos a desechar como un niño que inevitablemente va a relegar al olvido todo juguete nuevo que le ha causado una alegría transitoria, como nos sucede con tantas cosas por las que luchamos tanto y desechamos después. Así es como vamos llenándonos de cosas que a la larga comienzan a incomodarnos y no sabemos como deshacernos de ella cuando dejan de ser importantes para nosotros.
Hagamos lo posible para que no nos suceda nuevamente en este Tiempo de Adviento y Navidad. Todo lo que hagamos para llenar nuestro vacío espiritual de seguro no nos traerá estos problemas y nos ayudará de seguro a crecer como personas. Si no lo hacemos ya sabemos lo que sucederá: continuaremos llenando este vacío con cosas vanas que nada nos aportan a la larga. Equivale a dejar entrar a un ladrón por la ventana que nos amenazará y robará nuestra paz espiritual; continuaremos en una espiral de insatisfacciones y sueños eternos que jamás se harán realidad y permaneceremos presos de un miedo permanente.
Situación que vale tanto para creyentes como para no creyentes. Aunque es justo reconocer que los creyentes cuentan con mejores instrumentos para avizorarlo y reaccionar a tiempo. Sobre todo mantener viva la esperanza y mantenerla en el centro de su vida en una dulce espera de una nueva realidad que le permita acceder a sus sueños. Manteniendo a raya uns multitud de cosas que afectan su realidad vital y la desorientan. Equilibrar nuestra vida contando con instrumentos eficaces para equlibrar nuestra vida interior es el mejor regalo que podemos hacernos a nosotros mismos y a los demás en esta Natividad. No desperdiciemos esta oportunidad.
Dr. Gonzalo Petit
Médico