A fines del siglo XVI, la Iglesia católica comenzó a estructurar su labor apostólica en la zona. Así nació la “Doctrina Limarí”, un ordenamiento basado en organizar las parroquias encargadas de la atención espiritual de los indígenas y de los individuos de otras etnias que vivían dispersos en aldeas, haciendas, asientos mineros, villorrios y caseríos.
El Consejo de Monumentos Nacionales (CMN) aprobó la solicitud de declaratoria como Monumento Nacional, en la categoría de Monumento Histórico, a 12 iglesias de la provincia del Limarí. En sesión plenaria del 6 de septiembre, los consejeros acogieron la petición de la Dirección de Arquitectura del Ministerio de Obras Públicas (DA/MOP) de la región de Coquimbo, que tras estudiar 43 Iglesias del ese valle, construidas en el marco de la denominada “Doctrina del Limarí”, identificó 12 templos que fueron fundamentales en la conformación de los poblados y villas como principal patrón edilicio, preservados a través de cada templo como símbolo de la cohesión social de las comunidades en torno a la fe y sus tradiciones.
Se trata de las iglesias de Hurtado, de la Hacienda de Serón y Samo Alto, de la comuna de Río Hurtado; Panulcillo, Huamalata y Limarí, de la comuna de Ovalle; de Rapel, Carén y Chañaral Alto, de la comuna de Monte Patria, y de Quilitapia, Cogotí y Combarbalá, de la comuna de Combarbalá.
“Estamos muy contentas por esta decisión de los consejeros de dar el rango de Monumento Histórico a estas iglesias, pues cuentan con un amplio apoyo por parte de la comunidad asociada a cada una de ellas. Son, además, testimonio de formas de vida organizadas en torno a la agricultura, ganadería y minería desde tiempos ancestrales, las cuales se han reconfigurado de acuerdo a los contextos históricos en que se han desenvuelto”, dijo la subsecretaria del Patrimonio Cultural y presidenta del CMN, Carolina Pérez Dattari.
A fines del siglo XVI, con el asentamiento de las familias hispanas pobladoras, las mercedes de tierra entregadas, la repartición de indígenas a lo largo del territorio, y el establecimiento de la autoridad civil, la Iglesia católica comenzó a estructurar doctrinal y jurídicamente su labor apostólica a fin de atender a sus fieles y a los nuevos evangelizados.
Este ordenamiento se basó en organizar las parroquias en zonas urbanas, y las doctrinas en las zonas rurales, encargadas de la atención espiritual de los indígenas y de los individuos de otras etnias que vivían dispersos en aldeas, haciendas, asientos mineros, villorrios y caseríos. En este sentido, las Iglesias se transformaron en hitos sobre los cuales se fundaron y estructuraron pueblos y ciudades.
“Las 12 iglesias de la “Doctrina del Limarí” son edificaciones representativas del Valle en términos históricos, arqueológicos, urbanos, arquitectónicos, sociales y culturales. Los inmuebles, que consideran una representatividad territorial de las comunas que conforman la provincia, en la actualidad cuentan con un grado de integridad que los constituyen como testimonios materiales de una serie de procesos asociados al sincretismo cultural de la región, expresado a través de la religiosidad popular”, explicó el secretario técnico del CMN, Erwin Brevis.
Las Iglesias del Valle del Limarí constituyen también un registro del periodo colonizador del siglo XVI, a través del cual los conquistadores europeos avanzaron hacia el interior de la actual Región de Coquimbo mediante la fundación de pueblos y la evangelización de los habitantes de dichos territorios, lo que fue formalizado con la creación de la Doctrina del Limarí en el año 1585. Desde un primer momento, la evangelización estuvo a cargo de las órdenes religiosas, cuyos integrantes bautizaron a los pobladores y crearon capillas en los asentamientos agrícolas, ganaderos y mineros.
En términos arquitectónicos, las Iglesias del Limarí presentan, preferentemente, un sistema constructivo en adobe con grandes secciones de muro, lo que ha permitido su permanencia en el territorio a pesar de las condiciones geográficas y sísmicas. A su vez, la presencia de las órdenes religiosas dominicana, mercedaria, franciscana y agustina en el proceso de construcción de los templos fue fundamental para la transmisión de técnicas y conocimientos constructivos, sin perjuicio de las diferencias identificables entre las edificaciones.