IMPACTANTE Y ESTREMECEDORA REACCIÓN

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Todo un país conmocionado y no podía ser de otra manera. El asesinato a mansalva con alevosía y ensañamiento de tres Carabineros en lo que hemos dado en llamar nuestra macrozona sur ha despertado una indignación a nivel nacional hasta ahora nunca vivida entre nosotros, ocasionando un profundo dolor en todos los ciudadanos de nuestro país que no solamente se conduelen sino que se preguntan sobre todo adónde vamos a llegar como país ante hechos tan deleznables y sin sentido que reflejan que las fuerzas del odio no tienen límites en su empeño en derrotar a las instituciones del Estado e imponer sus propias reglas.
Ante un crimen tan atroz nadie puede permanecer indiferente y seguramente muchas conciencias se han vista fuertemente estremecidas al percatarse que quienes temían males mayores no estaban exagerando en absoluto y que si no apoyamos justamente a quienes nos defienden y nos permiten vivir en paz como ciudadanos vamos a ir de mal en peor. El crimen se va a ir apoderando de cada vez de mayores espacios restringiendo cada vez más nuestras libertades y terminaremos transformándonos en sus esclavos.
A estas alturas y ante tan lacerante realidad han dejado de tener sentido las demandas “contra quienes resulten responsables” a las que nos tienen acostumbrados las autoridades de nuestro país. Ese momento de las demandas se evaporó hace mucho rato y casi ha perdido su sentido desde el momento que se ha transformado en un simple “saludo a la bandera”, cuyos resultados no dejan conforme a nadie. Y si a esto agregamos que hasta los denominados “derechos humanos” se han desperfilado con el tiempo y ya nadie tiene muy claro que es lo que realmente significan en la práctica al observar el evidente sesgo con que se aplican.
Ya no es posible continuar escudándonos en orientaciones ideológicas ni en volver a adorar ídolos como el aciago “perro matapacos” que enarbolaron los octubristas en Octubre del año 2019, imitando al pueblo de Israel que se olvidó de Dios y su compromiso ante la tardanza del regreso de Moisés al descender del monte Sinaí con las Tablas de la Ley. (Éxodo, cap.19). No podemos continuar como esos israelitas impacientes y desorientados, adorando ideologías que nos conducen por estrechos túneles donde la oscuridad no nos permite visualizar la realidad en que nos encontramos insertos y sólo atinamos a ver sólo lo que soñamos o imaginamos.
Es urgente cambiar de actitud y modificar drásticamente nuestras leyes permisivas que protegen más al delincuente que a las víctimas. Realidad reconocida por todos, incluidas muchas autoridades en privado y rara vez en público, a pesar de lo cual no se han atrevido hasta ahora a dar un brusco giro de timón para corregirlo. ¿Cuál podría ser la causa? Me imagino que no es para proteger a los delincuentes a quienes el Estado les asigna un defensor de oficio mientras las víctimas dependen exclusivamente de lo que pueda hacer el fiscal a cargo, que tiene que atender más de mil causas simultáneas por lo que es prácticamente imposible que llegue a buen puerto a menos que se trate de un delito de alta connotación pública.
Situación lamentablemente asociada con frecuencia a los derechos humanos dando la impresión que nuestra justicia considera muchas veces más importantes los derechos de quienes delinquen que de las víctimas. Algo propio de antiguas leyes instauradas durante el período de transición hacia la democracia y que siempre he sospechado forman parte, a lo mejor inconsciente, de que somos un país traumatizado por los derechos humanos que fueron violentados durante tantos años durante el gobierno previo a la recuperación de la democracia.
En este sentido no cabe duda que a estas alturas es imperioso reflexionar en profundidad sobre lo que significan los derechos humanos en la vida práctica de nuestro país. ¿Constituyen realmente un derecho aplicado en clara conciencia y sin sesgos relacionados con prejuicios atávicos estimulados por las redes sociales? Al igual que sucede con todo derecho otorgado, ¿hemos determinado en forma consensuada cuales son sus límites y ámbitos de acción en todos los niveles de nuestro acontecer ciudadano? ¿Los aplicamos en igual forma para todos o depende de las circunstancias?, En el fondo, ¿los hemos ido relativizando a conveniencia de parte?. Como vemos, tenemos mucho paño que cortar al respecto para que los ciudadanos crean y confíen en ellos y no los continúen considerando un buen deseo o un simple decir en manos de quienes los aplican de acuerdo a su entender en una forma en que nadie entiende el por qué.

Por Dr. GONZALO PETIT / Médico