Normalidad del negocio, cuenta Selmen Buale, miembro del clan familiar que posee el lugar, podría llegar el 2022, especialmente porque los pasajeros seguirán reagendando sus viajes por la emergencia sanitaria. Aun así, el empresario se declara “optimista” con el próximo verano y apuesta a recuperar el segmento de empresas e instituciones.
Sin duda el eje de la avenida Francisco de Aguirre, entre Balmaceda y la Ruta 5, fueron el epicentro de las manifestaciones del estallido social. Y una de las víctimas del vandalismo descolgado de las protestas surgió el 26 de noviembre, cuando una turba atacó el hotel Costa Real.
Y esa jornada fue así. Fuego en el segundo piso; vidrios rotos; ataques a las habitaciones, incluso con huéspedes en su interior; hurtos de 60 frigobar y otras especies; y daños en los sectores de cocina, bar, salas de conferencia, oficinas administrativas y recepción, entre otros. Y aún peor: videos y fotografías en redes sociales graficaban a un grupo de encapuchados posando en reposeras que habrían sido sustraídas desde la piscina del recinto.
Sin saberlo, en esa oportunidad, 60 trabajadores quedarían suspendidos.
Selmen Buale, propietario del inmueble, controlado por la familia del mismo apellido, realiza un balance a Semanario Tiempo del último año. “Lo que fue el ataque ese día, un ataque bastante duro, en realidad uno busca las explicaciones y la verdad es que no las encuentra. Uno de los primeros pasos fue resolver el tema de los trabajadores y eso fue muy difícil, difícil de tener que enfrentar que gente que trabajaba aquí hace tantos años, gente de excelente nivel profesional, se debieron quedar sin trabajo de la noche a la mañana. Entonces, fue muy muy… (difícil) tomar esa decisión. Y no era lo mejor tampoco para los trabajadores”, comenta.
En estos meses, comenzaron los trabajos para levantar, reconstruir e implementar el recinto que posee reconocida calidad. “Eso ha costado bastante, han sido muchos meses de trabajo y hemos llegado a completar el daño”, agrega el hijo de sirios que llegaron en 1926 a La Serena.
Además de los efectos que dejó en la propiedad los destrozos, se asoma otra incertidumbre que no solo afecta a los dueños del icónico recinto, sino a todo el sector turístico: la emergencia sanitaria, que genera dudas sobre la real llegada de visitantes comparado a un año normal. Al respecto, Buale reflexiona que la pandemia ha golpeado a todos y lo seguirá haciendo sin que nadie puede “abstraerse”.
“Una de las mayores preocupaciones, junto lo que ha significado la reconstrucción del hotel, es la implementación de los servicios con los protocolos sanitarios a cumplir: con los clientes, con los huéspedes, con nuestros funcionarios. Y eso lo trataremos de cumplir de la mejor forma porque estamos todos involucrados en esto”, destaca.
El empresario cree que si bien la pandemia seguirá “atacando”, mantiene una proyección optimista de la próxima temporada estival. Esto, pues cataloga que La Serena es un destino que “atrae” por sus playas y cercanía con el valle de Elqui. “La gente va a venir”, resume.
Por ello, la primera determinación fue volver con el 50% de la plantilla de trabajadores, las que podrá aumentar en la medida de ser necesario, en base al movimiento de carga, que actualmente aún no es fuerte. En ese sentido, reflexiona que la normalidad se podrá retomar recién el 2022, especialmente porque el próximo año los pasajeros seguirán reagendando sus viajes, por el teletrabajo.
Los desafíos para los meses siguientes, sostiene Buale, será recuperar el dinamismo de los focos del negocio, es decir, el segmento de empresas, además de las reuniones y seminarios de instituciones, y la llegada de turistas nacionales y de otros países. En ese último punto considera que el arribo de visitantes argentinos será “complejo”, principalmente por las dificultades de recibir personas provenientes del exterior.