La reciente aprobación en el Congreso y el despacho a ley del proyecto que reduce la jornada laboral de 45 a 40 horas por semana, además de los múltiples beneficios en calidad de vida para miles de trabajadores, sin duda impone nuevos importantes desafíos vinculados a la productividad, flexibilidad y adaptación en las empresas.
Si bien cerca de una decena de empresas dieron el paso adelante el último año, hoy son miles las que deberán adaptarse según la gradualidad que permite esta ley: de 45 a 44 horas al primer año de publicada de la ley, a 42 horas al tercer año y a 40 al quinto año.
Pero estos son plazos máximos, pues cualquier empleador que quiera anticiparse a la reducción de la jornada a 40 horas puede hacerlo sin esperar la gradualidad.
También regula los regímenes o jornadas especiales, por ejemplo, para quienes trabajan con procesos continuos, como la minería, se permite compensar con días de descanso anual adicionales el exceso sobre 40 horas.
Pero la ley también propone mecanismos de “Bandas horarias” para un ingreso y salida diferenciada para que madres, padres y cuidadores de menores de 12 años puedan anticipar o retrasar el inicio y/o salida del trabajo, lo que permitiría conciliar de mejor manera los horarios de los colegios con las jornadas laborales. Otro mecanismo de corresponsabilidad es la posibilidad de compensar horas extraordinarias por hasta cinco días de feriado adicionales.
Algo también interesante es que se permite la distribución de la jornada ordinaria en 4 días de trabajo por 3 de descanso, conocida como 4×3. Las empresas que implementen las 40 horas sin esperar a la gradualidad también podrán aplicar la jornada 4×3 de forma anticipada, en acuerdo con los trabajadores.
Un punto crítico quizás sea que aquellas personas que no tengan fiscalización superior inmediata o que no representen al empleador (apoderados, administradores o gerentes), no deberían estar excluidos de la limitación de jornada, lo que sería bastante complejo de definir para saber quién estará excluido de la limitación y quién no.
Por último, las empresas que cuenten con un sistema de turnos u operación continua, podrían enfrentarse a diferentes complejidades, por ejemplo, modificar o requerir un cuarto turno, lo que podría significar una mayor inversión de recursos y personal.
Hay nuevos desafíos como el control de quienes permanecen en trabajo remoto. Pero quizás el mayor desafío sea cómo mejorar sustancialmente nuestra productividad, para incluso poder reducir un poco más esas 40 horas.
Víctor H. Villagrán
Editor Semanario Tiempo