Cristo, cuidadores y bien común

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Estamos viviendo en tiempos en que la relatividad sobre todos los temas es la norma. Todo “puede ser o no ser”. Faltan convicciones con sustento sólido. Esto, sumado con la incredulidad, escepticismo, fugacidad de las emociones y falta de permanencia de valores y principios parecen terminar por “no darle forma” a la sociedad y dejar fuera a los liderazgos que realmente valen la pena y que aportan al bien común.
A riesgo de generalizar, hoy en muchas áreas cotidianas, en los músicos de moda, en los negocios, en la política, en los referentes de miles de jóvenes se admira a líderes que se adulan frente a un espejo, que promueven el egoísmo y las masas aplauden a aquel que solo ha logrado algún triunfo personal.
La posmodernidad nos trajo un fenómeno en que la valoración de lo que parece importante se construye sobre parámetros efímeros y a veces -al hablar especialmente con jóvenes- pareciera que ponen en un mismo nivel a Bob Marley, a Jesucristo o Mr. Beast. Y aunque la Iglesia por sus propios actos ha sido en gran parte responsable del alejamiento de muchos, esa humanidad de la institución no afecta en lo más mínimo la figura y el mensaje de Jesucristo. Y no se trata de predicar o evangelizar en un medio de comunicación, sino de simplemente hacer una simple reflexión. Qué aspecto de lo que enseñó Jesucristo no nos haría bien poner en práctica. Qué hay en su mensaje que debe ser valorado como único, esencial, universal y eterno para el ser humano de hoy y de siempre.
Jesucristo no sólo es un personaje histórico. Es “él” gran personaje de la historia humana cuyo mensaje, incluso más allá de la fe, tan solo por su coherencia y consistencia ha sido y seguirá siendo valorado por cualquiera que sea capaz de reflexionar sobre la esencia de “ser” humano.
Pero el mensaje de Jesucristo nos lleva a lo simple y cotidiano. Por ejemplo, hoy, acá, nos lleva a mirar la realidad de los 9.400 cuidadores que ya se han identificado como tal en la región de Coquimbo y que representan tan solo el 20% del total estimado para nuestra zona. Se tarta de personas que por responsabilidad parental o por un muy genuino afecto dedican gran parte de su vida a cuidar de otro, desvalido por salud, edad o precariedad. Esa entrega valiosa por “el otro”, en el fondo, es un ejemplo genuino del mensaje de Cristo.
Aunque no sea con Biblia y un crucifijo en mano, todo ser humano tiene algo que aprender de la vida y el mensaje de Jesucristo. Cualquier líder, gerente, político, educador, dirigente y en realidad todos, no sólo por cultura general, sino porque es una escuela de bien común, una guía práctica para los líderes que quieran aportar de verdad a la sociedad, más allá de su propio ego.

Víctor H. Villagrán
Editor Semanario Tiempo