Cada día nos enfrentamos a situaciones y cosas muy difíciles de comprender en los diferentes ámbitos del acontecer nacional que nos desorientan y desconciertan al observar cómo nos vamos dando vueltas y vueltas, incluidas las de carnero, y nos limitamos a recoger propuestas y propuestas que al final no se concretan debido a que somos incapaces de ponernos de acuerdo ante la desconfianza que se ha enseñoreado profundamente en nuestras relaciones.
Lo más destacado y apremiante se relaciona sin lugar a dudas con la seguridad ciudadana que clama por soluciones eficaces a la brevedad, las que se van postergando y dejando en un suspenso irritante o bien tomando decisiones en un eterno cuenta gotas para probar si resultan y si no vamos soltando otra gotita que tampoco es efectiva en forma interminable.
No hemos sido capaces hasta ahora de tomar el toro por las astas especialmente en el ámbito de la delincuencia y al narcotráfico haciéndonos zancadillas a nosotros mismos mientras los trasgresores de la ley y de las normas propias de una sana convivencia se soban las manos ante tan favorable ambiente para realizar sus tropelías.
A estas alturas está más que claro que nuestras policías no se encuentran en condiciones aptas para prevenir y combatir la creciente avalancha de delitos que se nos ha venido encima. Situación que no es en absoluto de su responsabilidad sino de quienes desde la esfera política fueron incapaces de percibir a tiempo el riesgo de mantener abiertas y sin control nuestras fronteras, lo que permitió el ingreso expedito de bandas criminales que han encontrado su agosto entre nosotros, adueñándose cada vez de una mayor cantidad de territorio tanto en zonas urbanas como rurales, tal como aprendieron a hacerlo en sus países de origen.
Mientras tanto nosotros continuamos actuando como en la fábula de aquel rey que andaba desnudo y que nadie se atrevía a decírselo para no ofender al rey. En el fondo nos pillaron desnudos como país, indefensos ante lo que se nos venía encima. Para más remate continuamos viviendo insertos en los fantasmas del pasado y nos negamos a aceptar que necesitamos recurrir a todas las fuerzas de contención de la nación que sean necesarias si aspiramos a tener éxito.
En lugar de hacerlo continuamos discutiendo y discutiendo si recurrimos a la fuerza militar para proteger infraestructura crítica, es decir todo aquello de primera necesidad para mantener el orden y el normal funcionamiento de nuestro país. Debido fundamentalmente al temor a que los militares adquieran tanta influencia que terminen tomando el poder como sucedió en 1973, olvidando que ello sucedió porque el sistema político era un caos y que es justamente lo que tenemos que esforzarnos a concho por evitar en el hoy para que nunca más vuelva a suceder.
Hoy se proclama que las Fuerzas Armadas no están preparadas para mantener el orden social y es cierto. Pero entonces actuemos en forma sensata y comencemos desde ya a prepararlas para esta necesaria tarea llamándola Policía Militar o como queramos. Considerando también nuestras extensas fronteras resulta incomprensible que no hayamos creado hasta ahora una Policía de Fronteras. La verdad es que podemos dotar a Carabineros y a la PDI de mucha infraestructura y apoyo tecnológico, pero siempre resultará insuficiente si no nos preocupamos primordialmente del aspecto humano, es decir, de la cantidad y calidad de sus integrantes.
No descuidemos estos aspectos fundamentales. Una asociación cívica y militar, en el buen sentido de la palabra, puede ser decisiva para controlar y desarticular el narcotráfico y las organizaciones criminales que se han incrementado en forma exponencial durante los últimos años, poniendo en jaque tanto a las fueras de orden y seguridad como a nuestro sistema de justicia, que ya no dan abasto y suelen verse sobrepasadas.
Luego de más de medio siglo de ocurridos hechos tan lamentables como los que nos afectaron a todos por igual y que nadie quiere volver a vivir ni dejar como herencia a sus descendientes, ha llegado la hora de confiar en que todas las fuerzas de nuestra nación sabrán respetar las leyes que nos rigen desde la Constitución vigente, que entre paréntesis no era tan mala como se dijo, y reconocer de una vez por todas que ha llegado el momento de ser audaces y recurrir sin temor a una alianza virtuosa entre nuestras instituciones democráticas, las fuerzas de orden y seguridad en asociación con la fuerza militar en defensa de nuestra Patria. No podemos continuar permitiendo que desalmados destruyan todo lo que tanto nos ha costado construir.
Por Dr. GONZALO PETIT / Médico