Confianza y esperanza

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La confianza constituye la piedra angular que estimula la empatía y la buena convivencia entre las personas y suele de regla ir de la mano con la esperanza. Ambas constituyen una especie de vaso comunicante de modo que cuando una llega a su plenitud la otra no tarda en esforzarse por alcanzar el mismo nivel. En consecuencia, mientras mayor es la confianza existe también la mayor probabilidad que lo haga simultáneamente la esperanza.
De allí la importancia fundamental de estimular la actitud de la confianza a todo nivel en nuestro entorno y nuestra sociedad. Es la única manera de que lleguemos a caminar unidos y llegar a acuerdos que nos beneficien a todos los ciudadanos por igual. Es evidente que para ello necesitamos esforzarnos en evitar toda aquella conducta que contribuya a la discordia y con ello a desconfiar unos de otros, camino pavimentados para continuar empantanados en lo mismo.
Se afirma que en justicia la esperanza es lo último que se pierde pero no cabe duda que llegar a este extremo constituye un gran peligro debido a que de allí al acantilado suele haber apenas un paso y cualquier error o trastabillón puede conducirnos hacia un abismo del que puede resultar imposible remontar.
Es justamente en momentos pre-electorales cuando se ponen a prueba tanto la confianza y la esperanza. Sobre todo al recordar cuanta confianza depositamos en su momento al votar por aquel candidato que elegimos y que no sólo nos defraudó sino que nos desilusionó a poco andar. Aunque tenemos que reconocer que muchas veces votamos a ciegas, desorientados ante la enorme cantidad de opciones que se nos presentaron, situación que volveremos desgraciadamente a vivir dentro de las próximas semanas ante su cantidad exagerada.
Enfrentados a esta realidad no podemos dejar de pensar que más de algo no huele bien en el sistema de elecciones que tenemos. Sabemos por experiencia que el exceso de participantes en cualquier actividad que emprendamos fomentará inevitablemente no sólo el desorden sino sobre todo la desorientación. Muchos pensarán que es “muy democrático”, pero no cabe ninguna duda que entrampará sobre manera el llegar a acuerdos que sean razonables y realmente fructíferos, que reflejen la voluntad de mayorías responsables.
Sobre todo en el ambiente en el que nos encontramos insertos en que reina la desconfianza a todo nivel. En que muy pocos confían en las intenciones detrás de las propuestas de los otros, sean del signo de pensamiento que sea, y de allí a mirarnos más como enemigos, en vez de simples oponentes en el plano de las ideas, hay un apenas paso.
La única manera de evitarlo es comenzar a dar pasos que nos ayuden a disminuir en forma claramente representativa el número de concurrentes en el plano de las decisiones. Que reflejen claramente el pensamiento de las diferentes corrientes de opinión en forma precisa, atendible y razonable, precisando con claridad su verdadero significado centradas en las más urgentes necesidades de los ciudadanos. De lo contrario vamos a ir dando palos de ciego, tal como nos ha sucedido hasta ahora, y la inmovilidad continuará siendo la reina que rija nuestro destino, porque es imposible que un ciego pueda guiar a otro ciego hacia un camino seguro.
Sabemos de antemano que recuperar la confianza pública a estas alturas constituye un desafío muy difícil de abordar. La confianza es una virtud que cuesta mucho construir y que es también extremadamente difícil de reconstruir. Siempre van a quedar fisuras visibles, sean imperceptibles o no, tal como ocurre con un vaso que se triza y que en la práctica es imposible regresar a su estado original. Aunque siempre va a existir la esperanza de que al menos vuelva a ser funcional y a prestar el servicio para el que fue creado.
Quienes tienen la mayor responsabilidad al respecto son justamente las elites que nos dirigen y que juegan un papel trascendental a todo nivel, insertas en todos los estamentos de nuestra sociedad. De allí el tremendo daño e impacto que ha causado a la confianza pública la situación judicial que afecta a determinadas personas enfrentadas a una realidad impensada que ha puesto en evidencia sus desaciertos y sus pies de barro. Confiemos en que nuestra justicia realizará bien su trabajo, que todo se vaya aclarando en forma progresiva y que esto no vuelva a repetirse, avergonzándonos a todos. Esforcémonos cada día en construir confianzas y mantener viva la esperanza en que de alguna manera lo vamos a superar con la eficacia que corresponde.

Por Dr. GONZALO PETIT / Médico