Siempre me ha preocupado que la democracia conlleva en su interior la semilla de su propia destrucción y hoy con mayor razón al observar los acontecimientos sociales y políticos que nos encontramos viviendo. Es por eso que tenemos que cuidarla, en especial en la antesala de un proceso constituyente en marcha, en el que los agentes promotores del populismo han entrado en acción sin que nuestro sistema democrático reaccione en forma apropiada. Se sabe desde hace mucho tiempo que una de las tácticas preferidas del populismo en su etapa iniciales es justamente “licuar la democracia” que es justamente lo que hemos observado durante los últimos años. Bajo el pretexto de impulsar “más democracia” se ha estimulado la proyección de una cantidad inusitada de grupúsculos y partidos políticos que han pasado a integrar un espectro cada vez más difuso y difícil de encauzar en un sentido legítimamente democrático.
De esta manera se va fragmentando progresivamente el electorado y comienzan a aparecer grupos que juegan con las “cartas marcadas” del extremismo que van a su vez confluyendo entre ellos hasta transformarse en una plataforma única, que es lo que hemos observado en el grupo de constituyentes que se ha auto-asignado la presunta representación de una “vocería del pueblo”, que se niega a aceptar las reglas establecidas con las que el plebiscito para una nueva Constitución fue aceptado democráticamente en su momento.
Pero esto no constituye desgraciadamente el único problema. Quienes han estudiado las cifras relacionadas con el último proceso electoral nos informan que de los 34 constituyentes que conforma el grupo en rebeldía, pocos de ellos se empinan sobre el 8 % de los votos de sus respectivos distritos y el total de sus votos alcanzan poco más de los cuatrocientos mil. Esto representa un 6,7 % de los electores que votaron en las elecciones y a un 2,7 % del padrón electoral.
En otras palabras, se trata de una minoría inferior al 10 % de los votos que sin embargo aparece representada con un 22,5 % entre los integrantes de la Convención, porcentaje mayor a lo conseguido en votos, lo que no obsta que continúa constituyendo una minoría que espera conquistar más adherentes durante el proceso, en especial en el ámbito de los independientes, que todos sabemos que no son tan independientes como parecen. No sería por lo demás la primera vez en nuestro país en que una minoría procede a manipular hábilmente las cosas en procura de imponer sus ideas a una mayoría silenciosa.
Lo anterior no deja de constituir un alto riesgo para el normal desempeño de la Convención Constituyente. Sobre todo si consideramos que desde varias semanas antes de su inicio ya se manifestaban en contra de respetar las reglas establecidas, tanto en la Constitución que nos rige como las acordadas el 15 de Noviembre de 2019. Todo parece indicar que continuarán haciendo todo lo posible por entorpecer el proceso en un intento orientado a imponer sus propias reglas jugando con las “cartas marcadas” del extremismo y el populismo, enmascarándolas con habilidad a través de un actuar aparentemente democrático.
Situación que no debería extrañarnos tanto a estas alturas si consideramos la seguidilla de errores cometidos por los integrantes de los partidos políticos de ambos espectros, que le pavimentaron ingenuamente el camino, comenzando por pasar a llevar la actual Constitución pensando que los iban a aplaudir y agradecer todas las dádivas que autorizaron con fines meramente electorales y que no tuvieron los efectos calculados por ellos, a pesar de los recursos faranduleros con que las acompañaron.
A estas alturas la suerte está echada. De nada nos sirve lamentarnos por los errores cometidos ni por las dificultades iniciales que no han desaparecido del todo durante el proceso. Sólo nos queda levantar la mirada enarbolando con decisión la bandera de la razón, abriendo de par en par la puerta de la esperanza para que entre ese aire fresco que tanto necesitamos.
Es justamente lo que va a facilitar la anhelada buena disposición de los constituyentes para escucharse unos a otros, con el respeto, la altura de miras y la honestidad necesarias para ir elaborando la nueva Carta Magna que les ha sido encomendada. Es la única manera de despertar fuerzas nuevas y creadoras que nos permitan mirar el futuro con la confianza, el optimismo y la determinación necesaria para salir adelante en la encrucijada que nos encontramos como país.
Dr. Gonzalo Petit
Médico