Hemos ingresado una nueva etapa eleccionaria en la que como ciudadanos, cansados y desilusionados por los nefastas consecuencias de la violencia, confiamos en comenzar a observar a la brevedad la reaparición de la sensatez, aquella virtud propia del espíritu humano que la R.A.E. define escuetamente como “cualidad de sensato”, aclarando a continuación que corresponde a quien actúa en forma cuerda, prudente y con buen juicio, características que no definen precisamente el pensar y el actuar de muchos de aquellos que hemos elegido como nuestras autoridades, en especial entre quienes nos representan en el parlamento.
Es que los prejuicios, la intolerancia y la falta de racionalidad no solamente se ha enraizado en el corazón de quienes dirigen nuestro destino sino que se ha esparcido lamentablemenrte como un reguero de pólvora enraizándose también en el corazón y el espíritu de muchos ciudadanos contribuyendo a aumentar el desorden y la disgregación progresiva de nuestro tejido social con las consecuencias que todos podemos percibir en nuestro entorno.
Afortunadamente a la luz de los resultados de la primera fase eleccionaria se observan al menos dos cosas fundamentales. Por un lado el alejamiento, que ojalá sea defintivo, del ánimo de refundar nuestro país mediante un borrón y cuenta nueva, y por otro lado que los ciudadanos de nuestro país no están dispuestos a renunciar a una vida en democracia en la que resolvamos nuestros problemas en base al diálogo y los acuerdos, descartando de plano la violencia como medio de presión y participación en la vida política.
De otra manera no se comprende el elevado interés de los ciudadanos a concurrir en forma masiva a depositar su voto en un acto eleccionario durante el cual no faltó quien no pudo participar al no respetar los horarios de votación llegando demasiado tarde a emitir su sufragio, situación de la que muchos fuimos testigos.
Si bien todos deseamos cambios estos deberán ajustarse a lo que los ciudadanos han determinado democráticamente. Por lo tanto debe quedar atrás el espíritu refundacional que ha invadido a muchas mentes afiebradas, en especial en la de aquellos que integran la Convención Constitucional que si insisten en ello corren el alto riesgo de que el nuevo texto constitucional que se elabore sea al final rechazado por los ciudadanos.
Sabemos que no son solamente ellos los llamados a cambiar de actitud. Tendrán que hacerlo de partida quienes se enfrentarán de cara a la meta eleccionaria final, en que se verán obligados a abandonar sus rígidas posturas ideológicas si aspiran a contar con los votos necesarios para ser elegido. En este sentido existe amplio consenso en que tendran necesariamente que moderar sus expectativas comenzando por sus programas de gobierno con el objeto de adecuarlos a la realidad que les tocará vivir en el caso de ser elegido.
Pues, tal como se dice, “del dicho al hecho hay un buen trecho” y todo puede suceder en el camino. En política, tal como sucede en muchas cosas en la vida, nunca está todo dicho. Siempre habrá imponderables que nos obliguen a cambiar el rumbo o la estrategia. Piedras es lo que más abunda en nuestro planeta, y aunque la mayoría permanece firmemente enraizada en su sitio original no faltan aquellas que cambian bruscamente de lugar o bien son utilizadas como proyectiles para agredir en el momento y el lugar donde menos se espera.
Sabemos que la sensatez no se hará presente como tocada por una varita mágica. Quien la porta o la escolta ha tenido que vivir necesariamente un largo proceso de reflexión-maduración interior y no habrá tiempo necesario para ello, de modo que es poco probable que se manifieste en todo su esplendor, pero confiamos en recibir la gracia de contemplar al menos los brotes iniciales, que vamos a tener necesariamente que cuidar con esmero para que se desarrollen.
Todos tendremos necesariamente que colaborar activamente. Si bien la esperanza arde en nuestros corazones, su lumbre no prosperará al menos que todos aportemos con nuestro granito de arena. Especialmente aquellos que contribuyen a conformar la opinión pública,cuidando tanto las formas como su lenguaje,dejando atrás insultos, descalificaciones, trampas y actitudes solapadas ni farandulizar el actuar de nuestras instituciones fundamentales, desvalorizándolas hasta el extremo de transformarlas en inoperantes, desfigurando su origen y naturaleza hasta extremos destructivos y claramente inconcebibles para la estabilidad de una democracia sana.
Dr. Gonzalo Petit
Médico