Supuestamente el ser humano aprende de los errores y las tragedias. Algo debería quedar. No tropezamos con la misma piedrfa. En el caso de nuestro país, a costa de malas experiencias hemos ido mejorando regulaciones, ajustando procedimientos y aumentando exigencias.
Ya no es tan simple construir viviendas en borde costero en zonas de inundabilidad, ni en quebradas donde puedan ocurrir aluviones. Se hizo obligatorio el uso del cinturón de seguridad y aumentaron las exigencias de tránsito en general, se ha mejorado la seguridad y protocolos de la minería mucho más después del episodio de los 33 mineros. También se revisaron los protocolos y trato a conscriptos militares después de aquella tragedia en la montaña en el sur de Chile.
Se han mejorado las alertas y alarmas de volcanes, tsunamis e incluso de eventos masivos, y ahora se entregan indicaciones de emergencia en recitales y conciertos en espacios cerrados.
En fin, de cada tragedia algo va quedando.
Pero de esa misma forma, van quedando pendientes, temas inconclusos, nudos sin resolver. Como por ejemplo la fiscalización de pasajeros de pie en transporte urbano e interurbano. O el efectivo uso y mantenimiento de vías de evacuación en caso de tsunami.
En la última tragedia de esta semana, la de los cuatro buses provenientes del sur que chocaron a la altura del balneario de Morrillos, quedó en evidencia que se deben mejorar las normas y regulaciones para los buses en caso de emergencia o detención forzada en carreteras y autopistas. Se supone que el uso del cinturón es obligatorio, pero todos sabemos que muchos no lo usan y tampoco hay un recordatorio obligatorio por parte de las empresas de transporte.
En esta tragedia hubo muchos muertos y heridos, y es de esperar que la mala experiencia no sea en vano y que la noticia no desaparezca tan fácilmente de nuestras memorias, como para que mejoren lo estándares y revisemos qué se está haciendo mal… O que se podría mejorar.
Víctor H. Villagrán
Editor Semanario Tiempo