«La tradición no es la adoración de las cenizas, sino la preservación del fuego» es la frase adjudicada al destacado músico y director de orquesta Gustav Mahler. Al respecto, hay quienes ven en las llamadas tradiciones culturales una verdadera camisa de fuerza que obliga a mantener aspectos de la vida pasada que no necesariamente subsisten por su propio mérito, sino que solo por una voluntad política o ideológica forzada. Algo así es lo que expresa Mario Vargas Llosa, quien ensalza las cualidades de la globalización y observa con recelo la manipulación detrás de las tradiciones impuestas a las culturas locales que –según él- no permiten evolucionar.
Teniendo estas ideas en mente, es posible reflexionar sobre las tradiciones o elementos culturales que en nuestra zona destacaron a nuestros pueblos prehispánicos. Sólo como ejemplos, sin duda podríamos rescatar la alfarería de la cultura diaguita y la vida costera, la pesca artesanal en balsas de los indígenas changos.
Si fuéramos consecuentes, nuestra región debería ser un referente mundial de la cerámica y alfarería. La escuela de diseño de la universidad estatal debería impartir cursos y carreras que potenciaran las técnicas y estudio de la arcilla, el adobe, la cerámica, la pintura. Esos elementos significativos no deberían quedar relegados a un museo histórico o arqueológico (cenizas) y quizás podrían marcar nuestro actual desarrollo (fuego).
Del mismo modo, con la costa que tenemos y siendo consecuentes con la tradición changa, nuestros deportistas deberían ser referentes de deportes acuáticos, como la pesca, el canotaje, el surf o la natación. Ni siquiera tenemos una piscina olímpica para el desarrollo de la natación.
Bajo esta lógica, en la Isla de Pascua, desarrollaron el deporte de la canoa polinésica, que rápidamente se propagó por el mundo y que hoy se practica en decenas de países incluso con la organización de un campeonato Panamericano, cuyo financiamiento esta semana nuestro gobierno regional rehusó apoyar.
El discurso de la tradición ancestral merece una reflexión constante. Por ejemplo, nuestra aparente preocupación por los restos arqueológicos de El Olivar se traduce en casi tres años de inactividad de la autoridad política y una despreocupación que no presenta resultados.
Hoy, si se pretende construir u nuevo paso bajo nivel en la Avenida de Aguirre de La Serena, ya está anunciado y dicho que se encontrarán restos arqueológicos. ¿Será que eso paralizará una obra por los próximos 10 años?. Seamos consecuentes. Tomemos decisiones. La política no es sólo discurso sino acción.
Victor H. Villagrán
Editor Semanario Tiempo