Si hubo algo sorprendente en el acto de entrega del borrador para una futura Constitución para nuestro país no lo constituye precisamente su contenido avizorado por todos desde mucho antes, sino lo moderado, sobrio y breve de la ceremonia con que los convencionales concluyeron la labor encomendada. De la solemnidad durante este acto de innegable significado republicano es mejor no comentar, excepto que fue sorprendente la conducta de los convencionales. Todos disciplinados y ordenaditos como si se tratara de alumnos de básica de un colegio de monjas bajo el severo control y mirada de la madre superiora. Es en el fondo el papel que jugó nuestra máxima autoridad política quien evitó ex profeso destacar un aspecto tan polémico como la proposición de transformarnos en un Estado plurinacional.
Quedó claramente en evidencia una clara intención de contrarrestar su deteriorada imagen pública. Nada que ver con el desorden, la algarabía, los gritos y la agitación de numerosas banderillas, entre las que destacaba la notoria ausencia de nuestro emblema nacional, como si se tratase de un tropel en camino hacia la toma de la Bastilla que dio en su tiempo término al antiguo régimen, lo que no estaba en todo caso ausente en la intención de muchos convencionales a quienes inspiraba claramente un espíritu refundacional para nuestro país.
En relación al texto mismo, del que todos hemos escuchado o leído fragmentos de una especie de mamotreto de 178 páginas y 388 artículos que pretende reemplazar a la Constitución de 1980, cuyo texto original alcanza apenas 112 páginas y 119 artículos,exceptuando los transitorios. Ante esta realidad es interesante escuchar la opinión de una persona que ha sido autoridad en nuestro país y que en la actualidad se encuentra ejerciendo funciones académicas en el extranjero y que ha sido siempre un severo detractor de la Constitución que nos rige hasta la actualidad, de modo que no se le puede señalar como una persona interesada en defenderla.
En una entrevista reciente publicada en un diario de circulación nacional expresó “sin filtro” su visión acerca de la propuesta constitucional. En un contexto general afirmó que “el texto es como una casa con los muros torcidos y las vigas corridas”, reforzando la idea de que los derechos son letra muerta y que la arquitectura constitucional no está bien diseñada, destacando a continuación que los convencionales no entendieron nunca la naturaleza de la tarea que les fue encomendada multitudinariamente por la ciudadanía.
Agrega que en el medio en que actualmente se desenvuelve se preguntan extrañados “que le pasó a Chile” para estar en la situación en que nos encontramos, señalando al respecto que ello es producto de la mezcla de obcecación ideológica y frivolidad que han conducido a aplastar la esperanza que los ciudadanos depositaron mayoritariamene en los convencionales en el plebiscito de entrada y que ha sido reemplazada por la deseperanza y la frustración reinante en la actualidad en que nos encontramos a pocas semanas del plebiscito de salida.
En relación a lo específico comparte que la pega principal de los convencionales era producir un texto constitucional que le diera gobernabilidad, estabilidad y justicia social a Chile, a lo que lamentablemente el texto propuesta no contribuye en absoluto y que ha constituido en el fondo una oportunidad desperdiciada debido a una política tribal, de la patota, en que se exige a sus integrantes decir lo mismo que sus vecinos y no lo que cree cada uno en lo personal.
En su opinión lo más peligroso es que deforma las reglas constitucionales en relación al ejercicio del poder y sus contrapesos que si son sensatas nos van a permitir tomar buenas decisiones colectivas, que es el propósito fundamental de la política. Si esta arquitectura política en cambio es errada daría a origen a más conflictos que a actitudes de colaboración y dejaría la puerta abrierta para los populismos cortoplacistas.
Una arquitectura política mal diseñada afectaría inevitablemente a todos los ciudadanos, incluidos derechos como el de propiedad y las eventuales expropiaciones en que el pago del mencionado “precio justo” puede constituir una falacia desde el momento en que la autoridad política podría alterar a su amaño las condiciones. En relación a la propuesta sobre plurinacionalidad afirma que”el reconocimiento de una multiplicidad de identidades es el inicio de la construcción de una nación y no un fin en sí mismo. Se debe apuntar a lo que nos une como nación. Es el paraguas bajo el cual todos nos cobijamos, es el simbolo que nos identifica a todos”.
Dr. Gonzalo Petit
Médico