Investigadores implementan programa que reduce en 80% uso de plaguicidas, e incluso ahorra agua

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Profesionales del Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA) lograron sustituir moléculas tóxicas por productos biopreparados y prepararon a agricultores en un Manejo Integrado de Plagas (MIP) con trampas cromáticas, mallas, incluso insectos como enemigos naturales.

Ante unas 200 personas, entre agricultores y estudiantes de agronomía, el Instituto de Investigaciones Agropecuarias, INIA Intihuasi, desarrolló el Dia de Campo “Agroecología y sostenibilidad como herramientas para la resiliencia al cambio climático”, oportunidad que permitió validar programas fitosanitarios de bajo impacto ambiental e inocuidad para mejorar la calidad de hortalizas, y optimizar la rentabilidad de los productores.
Para ello, se prepararon cinco estaciones para que los participantes pudieran interiorizarse en contenidos teóricos, el uso de la tierra para el control de plagas, equipamiento agrícola, entre otras. Ello, debido a la alta exposición para quienes trabajan y viven en el campo, por las consecuencias que genera el uso de plaguicidas.
Justamente, desde el 2017, INIA Intihuasi viene trabajando en el “Programa de reducción de uso de plaguicidas en la producción comercial de hortalizas” que, con financiamiento de la Subsecretaria de Agricultura, ha logrado disminuir hasta en un 80% la aplicación de productos tóxicos en cultivos de escala pequeña y mediana.

Resultados
Un componente principal fue la formación de Agricultores Referentes (AR), capacitados en la implementación de estrategias de Manejo Integrado de Plagas (MIP) y capaces de influenciar a sus pares. INIA seleccionó a cuatro agricultores que realizaban controles de plagas basados en forma exclusiva en el uso de plaguicidas. Las aplicaciones no utilizaban ningún criterio técnico. Luego, se intervino con un monitoreo de siete días, evaluando al menos 20 plantas. Posteriormente, se confeccionaron planillas simples que consideraron fecha de monitoreo, cultivo evaluado, número de individuos plagas y enemigos naturales por planta, entre otras. Siempre la última opción fue el uso de insecticidas/acaricidas químicosintéticos.
“Este programa tiene dos áreas: entomología y producción de hortalizas. Comenzamos tomando un grupo de agricultores de hortalizas, tomates, que aplicaban 18 veces en el caso del tomate, y nueve veces en la lechuga. En tres años, reducimos en un 80% para el caso del tomate, y en un 40% para las lechugas. Además de bajar la carga de plaguicidas, sustituimos las moléculas tóxicas por productos más inocuos con el medio ambiente o biopreparados, o con otras técnicas más sostenibles”, dijo el entomólogo y director de INIA Intihuasi, Claudio Salas.
Para el caso de producción en invernaderos se implementó control mecánico mediante mallas antiinsectos; trampas de feromonas en el caso de los tomates; trampas cromáticas y control biológico.

Ahorro de agua
Constanza Jana, investigadora en Hortalizas de INIA Intihuasi, mantuvo que existen alternativas para mejorar la producción vegetal y el suelo de los campos, y explicó cómo disponer de flora funcional favorece la restauración de los mecanismos de regulación natural del agroecosistema, incluso disminuyendo el consumo de agua en la agricultura, uno de los sectores productivos que más recurso hídrico utiliza en el país.
Jana comentó que con el 2% de la superficie cultivada utilizando Aliso y Caléndulas, además de otras opciones de compost en este caso se trabajó con bocashi (compost acelerado), que incorpora guano y otras levaduras, y sistemas de materia orgánica permitieron mejoras en la retención del agua en el suelo. “Cuando logramos aumentos del 1 a un 2%, logramos que el suelo retenga 16 litros (de agua) por metro cuadrado más. Entonces, en una zona como la región de Coquimbo, donde estamos hablando de una sequía extrema, esto es una alternativa a largo plazo”, explicó.
Mónika Maltés, alumna tesista de Ingeniería Agronómica de la Universidad de La Serena, indicó que, en conjunto a INIA, están evaluando la composición taxonómica en dos modelos productivos de lechugas, con alta y baja carga de plaguicidas, que permite diferenciar la cantidad y abundancia de insectos, y el efecto a la biodiversidad del hábitat. “Sin duda, (el insecticida) genera un efecto en la biodiversidad en los rasgos funcionales tan importantes como son los polinizadores, parasitoides y depredadores, en donde tenemos que tener un manejo integrado de plagas que estén presentes”, concluyó.