Las últimas cifras del Instituto Nacional de Estadísticas son claras. Si bien el empleo empleo total habría mejorado, en los últimos meses se ha generado un preocupante aumento del trabajo informal, lo cual atenta contra lo que la Organización Internacional del Trabajo denomina “empleo de buena calidad o trabajo decente”. Por tal, debemos entender aquel trabajo que reviste de regularidad y previsión social y también de condiciones de seguridad y dignidad.
En el fondo, la formalidad es un indicador que permite evidenciar el progreso de las sociedades. En ese sentido preocupa que las cifras actuales de ocupación informal sean similares a las que se registraron en noviembre del año 2020, en plena pandemia del COVID.
En concreto, la tasa de ocupación informal del trimestre enero – marzo de 2024 para la región de Coquimbo fue 34,2%, anotando un incremento de 3,9 puntos porcentuales (pp.) en doce meses. Además, en términos de edad, la expansión de las personas ocupadas informales se explicó por el crecimiento del tramo de 35-54 años (19,5%). Es decir personas que están en el mejor período productivo de la vida.
Las cifras nos están dando cuenta de que el país está avanzando en una dirección contraria a la que indica el correcto desarrollo con niveles aceptables de Bienestar Social.
Los empleos precarios normalmente se vinculan a labores estacionales, con mano de obras no calificada, concentradas en sectores económicos como el comercio y los servicios personales como el doméstico.
La ausencia de contratos de trabajo y de aumento de aquellos que avanzan informalmente por cuenta propia (independientes) implica que se reducen las garantías de higiene y seguridad social, dos áreas en las que Chile había avanzado bastante respecto de sus pares en Sudamérica.
Y, de fondo, está la pregunta de por qué razón las empresas no están generando más empleos, por qué no están contratando a más personas con labores seguras y con derechos que puedan ser exigibles legalmente. Y la razón es que todavía no están dadas las condiciones para que ese despegue se produzca.
Definitivamente y a pesar de los anuncios optimistas de Hacienda, a pesar de que algunos indicadores maroeconómicos puedan generar algo de optimismo, en lo concreto falta todavía para que ese efecto redunde en un avance real y concreto en la microeconomía, en el día a día del empresario y el emprendedor.
Habrá que buscar nuevas fórmulas, incentivos, certezas, recursos, que apoyen a aquellos empresarios que buscan ponerse de pie y volver a avanzar. Esa es la señal que arrojan los propios datos que entregan las estadísticas públicas.
Víctor H. Villagrán
Editor Semanario Tiempo