Para llegar a entender el verdadero sentido de este tiempo de Cuaresma, del que han transcurrido varias semanas, es fundamental confrontarlo con nuestras propias vidas durante cuyo transcurso la mayoría de nosotros hemos experimentado en algún momento la fuerte experiencia de haber migrado por el desierto, si es que muchos no lo están experimentando justamente en estos momentos.
Un cosa es definir la Cuaresma como un tiempo litúrgico al que somos invitados a vivir como cristianos y otra cosa muy diferente es entender su signIficado y vivirlo en profundidad en su verdadero sentido con la entrega y humildad necesarias en relación a como ha sido y es nuestra conducta enfrentados a las tentaciones a las que estamos sometidos en nuestra vida.
En este sentido San Agustín afirmaba que “nadie puede vanagloriarse de conocerse a si mismo si no se ha enfrentado a la tentación”, y que “la tentación constituye una prueba de la capacidad de las personas para escoger el bien en lugar del mal”, reconociendo que desgraciadamente suelen existir muchos incentivos en el ambiente en que nos desenvolvemos para caer en la tentación y que por lo tanto se requiere de mucha fortaleza para no caer en ellas.
Situación que describe con extrema claridad San León Magno: “No hay obras virtuosas sin la prueba de las tentaciones; no hay fe sin contrastes; no hay lucha sin enemigo; no hay victoria sin combate. Nuestra vida transcurre entre acechanzas y luchas. Si no queremos ser engañados, debemos estar vigilantes; si queremos vencer, debemos combatir” (Sermón XXXIX,3).
Palabras evidentemente inspiradas en la travesía de Jesús durante los 40 día y 40 noches en el desierto, que simboliza este tiempo cuaresmal, en el que se tuvo que enfrentar a las tentaciones que podríamos sintetizar como las tres “P”: el PODER, el POSEER y el PLACER, claramente descritas en pasajes del Evangelio (Marcos 1,12-15; Mateo 4,1-11 del N.T.), las que Jesús rechazó enérgicamente según las Escrituras.
Ahora si miramos no solamente a nuestro alrededor sino hacia nuestro propio mundo interior es muy fácil darse cuenta que si nos dejamos atrapar por alguna de estas tentaciones nos conducirá inevitablemente a un vivir en un círculo vicioso del cual es muy difícil liberarse a menos que fluya nuestra fortaleza, adquiramos plena conciencia de nuestro error o nos veamos enfrentados a situaciones que nos ayuden o impulsen a liberarnos.
Lo más nefasto de todo es que dejarnos atrapar por estas tentaciones suele acompañarse de otros males. El afán de PODER por ejemplo nos conduce habitualmente por caminos torcidos en los que reina de regla la violencia física y verbal, la falta de misericordia, la falta de respeto y el atropello a la dignidad humana a través del abuso y el autoritarismo que vemos reflejado en tantos gobiernos y guerras actualmente en desarrollo en el mundo y que incluso podría llegar a extrapolarse a avances tecnológicos como la inteligencia artificial, que si no se regula adecuadamente en sus diferentes ámbitos de intervención (ciencia, educación, etc.), puede conducir a la postre a que los ricos sean cada más ricos y los pobres cada vez más pobres.
El afán de POSEER por otro lado nos conduce habitualmente a un consumismo sin control, a acumular bienes materiales sin medida, a la pérdida de la empatía y la solidaridad hacia los más necesitados, a un egoísmo destructivo e incluso a un destino en soledad. Aunque el poseer puede extenderse e incluso asociarse con el afán de PODER acumulando estudios que mejoren un currículo en un afán de superar a otros en una competencia interminable.
Por último el afán de PLACER puede conducirnos a una vida desordenada en extremo que nos prive de comprender el verdadero sentido de nuestra vida, a vivir de diversión en diversión, abusando incluso de otras personas e incluso enemistándonos con ellas cuando intentan ayudarnos y escapar de este circulo vicioso que suele conducir muchas veces al alcoholismo y la drogadicción, sin darnos cuenta que al consumir drogas estamos paradojalmente incentivando el PODER de los narcotraficantes con todo lo que ello implica para nuestra sociedad en peligro de caer cada vez más en sus maléficas garras.
Ojalá que esta sencilla reflexión, que intenta sintetizar en pocas palabras las tentaciones más frecuentes a las que nos vemos enfrentados en nuestra vida, podamos procesarlas y darles el mejor curso posible durante este tiempo Cuaresma de cara a las enseñanzas de Jesùs de Nazaret.
Por Dr. GONZALO PETIT / Médico