Parece un “deja vú”. Independientemente de que la sequía ha sido persistente y lleva más de 15 años como tema periodístico y preocupación principal de muchos gobiernos regionales, a pesar de aquello, pareciera que en algunos aspectos damos vuelta en un “loop” constante.
Nos referimos a las etapas de ideas, estudios y proyectos para enfrentar el déficit hídrico. Y es que han venido tal cantidad de expertos, se han hecho tal cantidad de seminarios, reuniones, comisiones y misiones al extranjero, que si fueran el principal indicador de referencia, implicaría que ya deberíamos ser los más eficientes de latinoamérica en gestión del agua. Pero resulta que no, pareciera que seguimos marcando un paso constante (bastante lento y corto) avanzando en ideas ed alto potencial pero muy inciertas o de tan larga y compleja ejecución, que pasan los gobiernos sin que se concrete nada.
Y es que hemos pasado desde el bombardeo de nubes, hasta la carretera hídrica, las barreras de nieve, promesas de nuevos embalses etc. Y finalmente, en lo concreto, observamos que lo más tangible es el avance de los concurso por la Ley de Riego,
“Mira en lo que nos hemos convertido; en un paìs de merde” me decía desalentado un amigo, mientras lo miraba desconcertado. “Ya no somos lo que eramos antes: un país relativamente tranquilo, en el que podíamos caminar sin temor por las calles, nuestros hijos podían jugar tranquilos en las plazas y los parques y nuestro hogar era nuestro refugio más seguro desde que teníamos memoria. Si había violencia eran sólo casos puntuales y dentro de ciertos límites. No como la realidad en la que hoy nos mantenemos insertos”.
Toma aire y continúa:”Hoy en cambio no podemos circular tranquilos por las calles por miedo a ser asaltados, agredidos con arma blanca o de fuego y robados sin piedad. Nosotros no hemos sido nunca así. Es como si nos hubiera invadido una horda de bárbaros aprovechándose de que no estábamos preparados para enfrentarlos. Bárbaros que desprecian la vida humana y que incluso le ponen precio. Nunca habíamos sido testigos de tantos cuerpos humanos descuartizados diseminados por lugares inesperados. Lo que vivimos en la actualidad supera incluso la ley de la selva. Es barbarie pura y dura, es como si estuviésemos de regreso a las cavernas. Sólo nos está faltando convertirnos en caníbales, aunque sospecho que muchos políticos han experimentado en carne propia el amargo sabor del canibalismo”.
Sorprendido por sus palabras tan duras y descarnadas que reflejaban claramente su estado de ánimo ante nuestra realidad actual, no pude menos que estar de acuerdo en lineas generales al recordar todo aquello que nos muestran en el día a día los medios de información formal (para qué referirnos a las redes sociales que arden las 24 horas del día). Todos sin excepción somos testigos que dedican en su inicio o al menos en gran parte de sus programas a informarnos en detalle de los nuevos actos delictivos del día, compitiendo incluso entre ellos respecto de quien lo hace primero y escarba en sus detalles más escabrosos.
Es como ser testigos cada día de la “página social del delito”. Lo que antes se comunicaba igual a grandes rasgos y con la mesura que corresponde para no estimular el ego y la vanidad de los delincuentes que con ello se sienten famosos de sus robos, asaltos y crímenes de todo tipo, enfrentando a las fuerzas de seguridad en un eterno “corre que te pillo”.
Como si esto fuese poco nos encontramos enfrascados en una creciente guerrilla política en la que al parecer todo vale para descalificar al adversario, o más bien enemigo por la forma en que suelen actuar unos con otros. Todo ello a boca de jarro de una de las decisiones más trascendentales de este tiempo: decidir si vamos a aprobar el texto de la nueva propuesta constitucional o vamos a rechazarla luego de recorrer un largo camino a través de un árido desierto. Ante lo cual permanecemos enredados en la ciénaga de la incertidumbre y no atinamos a preguntarnos: ¿Quién puede respirar, nadar y avanzar a paso firme en estas condiciones?.
Quienes defienden una y otra opción pregonan sus eventuales virtudes con vehemencia y todos creen ser portadores de una verdad puesta permanentemente en duda por aquellos que permanecen indecisos hasta el último momento, en su mayoría guiados más por su instinto que por certezas. Muchos creen ver en esta actitud una “fatiga electoral”, es decir el aburrimiento, desilusión, frustración,desánimo y desinterés de los ciudadanos ante lo prolongado de un proceso que ha resultado a todas luces agotador..
En el que la luz al final del túnel no ha sido visualizada hasta ahora a pesar de todo el esfuerzo realizado y en el que los acuerdos han sido el gran ausente en muchas etapas del proceso. A lo que habría que agregar que los ciudadanos no visualizan con claridad en qué puede cambiar su vida si opta por una u otra opción. Y se ve así impelido a votar por obligación, porque de no hacerlo le va a significar una sanción monetaria.
Esto es lo que los conduce a votar con desánimo y con la desagradable sensación de que todo va a seguir igual, y que incluso pudiese ser peor, no importa cual opción elija al acudir a la urna. En consecuencia nadie va a votar tranquilo. El miedo y la desconfianza le apretarán el corazón. Plenamente consciente que hay solamente una cosa que nos mantendría unidos como país: la esperanza en que esta vez vamos a tener éxito y contaremos con una nueva Constitución que asumiremos sabiamente con la responsabilidad que corresponde. Actuando en forma coherente en nuestro decir y actuar, sin mirar hacia atrás ni añorar un pasado que no volverá.algunos tímidos avances en comunidades de aguas subterráneas y en la concreción de la primera planta de tratamiento de aguas grises en Rio Hurtado, con tecnología de la acuícola adaptada la realidad rural de nuestra región.
Ahora, la pregunta es qué camino finalmente vamos a tomar. El de reaccionar cada año a la emergencia como quien apaga un incendio, o vamos a planificar proyectos realmente realizables y concretos para el mediano y el largo plazo.
Por lo pronto sabemos que traer agua de otras regiones sería como poner agua en un canasto de mimbre, en el sentido de que primero debemos aprender a gestionar el recurso y recircular más, no simplemente lanzar al mar miles de litros de aguas servidas. Por ejemplo.
Ojalá que los soñadores siempre existan. Hacen bien para construir relato y para realizar grandes epopeyas, pero en este minuto lo que se necesita es avanzar en lo concreto, real, tangible, efectivo. Es de esperar que las autoridades estén también en esa sintonía y no volvamos a estar hablando de los mismos proyectos en 10 años más.
Víctor H. Villagrán
Editor Semanario Tiempo